– ¡Mariquita, triqui!
Y otro día, otra vez. Y así...
Y se lo contó a su padre.
– Padre, cuando paso por los pies del
señor cura me dice ¡Mariquita, triqui!
Y le dice el padre:
– Pues mañana le contestas: ¡señor cura,
traca!
Efectivamente, pasó y le dice el cura:
– ¡Mariquita, triqui!
Y le dice ella:
– ¡Señor cura, traca!
– ¿A qué hora, hija? ¿A qué hora?
– A eso de las diez, que no está mi padre
en casa.
Llegó la chiquilla y se lo contó a su
padre.
Y a la hora que ella dijo el señor cura
fue. Y el padre se escondió.
Y aquellas gentes tenían muchos becerros,
porque eran muy ricas. Y los tenían en el corral de la casa.
Entra el señor cura, como cosa hecha con
la muchacha, cuando sale el padre y lo coge. Saca el tío un becerro y le coge
la herramienta al cura y le pone a mamar al becerro. Y el hombre, claro, decía
que el becerro le había hecho mucho daño.
Al día siguiente, la muchacha, por
escoñarse de él, cuando lo veía:
– ¡Señor cura, traca!
Y el cura no le hacía caso.
Y un día pasó y le dijo:
– ¡Señor cura, traca!
Y dice el cura:
– ¡El que quiera criar becerros, que
compre vacas!
Registrado por Antonio Lorenzo en Corporario (Salamanca), en marzo de 1985, a Joaquina Milanés Martín, de 77 años.