domingo, 23 de abril de 2023

El príncipe enamorado

 


El príncipe enamorado
[Aa-Th, 425 B]

Esto era un tratante que iba todos los jueves a la feria. Y tenía una hija que se llamaba Elena. Y todos los días que iba a la feria le traía una rosa. Pero la última vez se le olvidó a su papá la rosa. Y un señor que venía con él, le pregunta:

– ¿Cómo es que se vuelve usté?

– Es que tengo una hija que cada vez que vengo a los mercaos le llevo una rosa.

Y aquel señor se enteró.

Al sotro día a la mañana, se presentó debajo del balcón donde estaba la Elena. Y le decía:

– ¡Elena! ¡Elena!

Y ella no contestaba. Y le seguía diciendo:

– ¡Tú háblame una palabra, que todo te se ha de arreglar!

Y volvió dos o tres mañanas, pero, como la muchacha no le hacía caso, no volvió.

A Elena, que era hija sola, se le metió en la cabeza de que se iba a servir.

Y le dice su mamá:

– Para esas cosas tengo yo que contar con tu padre, que no sabes ni bordar ni hacer nada, y no sé dónde vas a ir.

Conque, claro, llegó su padre y se lo contó todo la madre. Y el padre decía:

– Bueno, bueno, si se empeña dejarla: ¡qué espabile!

Conque se marchó a servir y fue pidiendo de casa en casa como criada. Y llegó al sitio de ese señor. Y cuando llegó a su casa, le dijo la madre de ese señor:

– No, señora, porque tenemos tres o cuatro criadas.

Y le dijo el señor a su madre:

– ¡No está mal porque coja usté otra!

Bueno, pues la llamó la señora y entro pa dentro.

Tenían cuatro criadas y, claro, el muchacho veía claramente que la Elena era la última que había entrao y era a la que más quería (porque la pretendía el muchacho).

Las criadas, al ver que no las querían tanto como a ella, van y le levantan un falso: que Elena se atreve a lavar todos los colchones del palacio.

A la mañana llama la señora a Elena y, claro, la muchacha no sabía.

– Mira lo que dicen las criadas: ¡que se atreve usté a lavar todos los colchones del palacio!

– ¡Si lo dicen las criadas, verdad será!  –decía ella.

Total, que le cargaron la carroza aquella de colchones y se marchó su camino alante. A la mitad del camino le salió el hijo del rey y de la reina y le dijo:

– ¡Elena! ¡Elena! ¡tú háblame una sola palabra, que todo te se ha de arreglar!

… Pero no le hablaba. Y le dice:

– Toma esta varita de las virtudes y cuando llegues al sitio donde lavar los colchones, dices: ¡Pajaritos del mar, unos a lavar y otros a secar!

Conque ya se hizo de noche. Y las criadas decían:

– ¡Esa ya no vuelve! ¡A esa se la comen los bichos por ahí!

Conque, ya tarde, la ven venir con todos los colchones lavaos. Y decían las criadas:

– ¡Hay que mirar de echarla de aquí!

Le levantan que se atreve a llenar todos los colchones del palacio de plumas de pájaro.

La llama por la mañana, a Elena, y le dice la reina:

– Mira lo qué dicen las criadas: ¡que te atreves a llenar todos los colchones del palacio de plumas de pájaro!

– ¡Si lo dicen las criadas, verdad será!  –Decía ella.

La cargan con los colchones otra vez..., y al sitio. Y le sale el muchacho y le vuelve a decir:

– ¡Elena, Elena! ¡Tú háblame una sola palabra y todo te se ha de arreglar!

… Pero que no le hablaba. Y decía él:

– Cuando llegues al mar, vas y le dices a los pajaritos: ¡unos a pelar y otros a llenar!

Conque aquella noche vino mucho más tarde. Y decían las criadas:

– Esta ya no viene. ¡A qué santo!

Y entró con los colchones llenos de plumas de pájaro. Y cada vez la querían más allí. Pero lo que quería el hijo es que le hablara, pero no le hablaba la tía coña…

Y resulta que se había muerto la abuela de aquel muchacho, la mamá de la reina, Y la tenían en un encanto. La tenían con un lobo, una serpiente..., en fin, muchos bichos que estaban guardando la cajita. Y también había un viejecito encima de la cajita donde estaba la viejecita ya muerta.

Y las criadas le levantaron un falso:

– ¡Dice la Elena que se atreve a desencantar a su mamá del encanto en que está!

Sale a la mañana y, claro, se puso a llorar en unas peñas. Y él le decía:

– ¡Elena, Elena cómo te dejas emborricar de las criadas! ¡Tú háblame a mí una palabra, que todo te se ha de arreglar!

Pero no le hablaba. Y decía él:

– Toma esta llave de la habitación donde tiene ese encanto mi abuelita. Coges esa carne y se la echas al lobo; esta leche, a la serpiente...

Conque llegó y agarra la cajita con mucho cuidao. Y le dice el viejecito:

– Lobo: ¡cógemela!

– No, que me dio carne.

– Serpiente: ¡cógemela!

– No, que me dio leche.

Total, que la cogió. Candó la puerta y llegó a donde estaba el otro y le dio la llave.

A la noche, cuando llegó a casa, llegó con la cajita. Y decía la reina:

– Ahora, Elena, ya no eres criada, que eres hija. Mañana, si Dios quiere, se va a casar mi hijo. Tú vas a ir a la derecha de mi hijo como si fueras hija.

Al irse a casar, se marcharon en la tartana que fueran y todas las criadas llevaban una vela; y la Elena llevaba un cirio. Las velas de las criadas iban todas muy bien encendidas, muy guapas; la de la Elena, mustia, mustia... Y según iba la Elena a la derecha y su novia a la otra (que se iba a casar con esta de la izquierda), le dice el novio:

– ¡Ay, Elena, ¡qué triste va esa vela! ¡Qué triste va esa vela!

Y ya le contestó; y le dice:

– ¡Más triste va el corazón y quien la lleva!

Y dice él:

– ¡Ahora ya no me caso con esta, que es contigo!

Y se casó con la Elena y dejó a la otra… y se acabó el cuento.


Registrado por Antonio Lorenzo en Masueco (Salamanca), en mayo de 1985, a José Marcos Vicente, de 77 años, jubilado y anteriormente dedicado a las labores del campo.
Nota: este cuento ha servido de modelo para ilustrar el Tipo [Aa-Th, 425 B] del referencial Catálogo tipológico del cuento folklórico español. Cuentos maravillosos, de Julio Camarena Laucirica y Maxime Chevalier. Editorial Gredos, Madrid, 1995, págs. 247 y ss.

sábado, 22 de abril de 2023

La adúltera quiere cegar al marido

 

La adúltera quiere cegar al marido
[Aa-Th, 1380)

Esto era un cazador que tenía un hijo. Y cuando se iba de caza le fastidiaba el cura la mujer.

Un día se encuentra con el cura y le dice:

– Hola, hombre: ¿qué te ha pasao, que dice su señora que se ha puesto ciego de golpe?

– ¡Ay, Señor! ¡Yo no veo nada! ¡No sé qué tengo ni que delito habré cometido yo al Señor! ¡Nunca me meto con nadie!... Y tal que cual.

Y el señor cura hizo un cigarro y se lo daba. Y el otro, en vez de abrir la boca pa que le metiera el cigarro, se lo metía pa otro lao. Conque ya, después que lo cogió, va el hombre y se lo fuma.

Y cuando estaban comiendo, le dice al hijo:

– ¡Qué desgracia, hijo! ¡Tan joven como eres y no poder yo ahora enseñarte oficio ninguno para que mañana puedas ganarte la vida!

Pero tenía la escopeta cargá, y la tenía colgada allí.

Y mientras el cura estaba con la otra –se habían ido pa la cama–, le dice al hijo:

– ¡No poder enseñarte siquiera el oficio de cazador pa que te ganes la vida! Tráeme la escopeta que te diga cómo tienes que hacer puntería pa si es conejo o es perdiz.

Y como la escopeta estaba cargá, dice:

–  Mira, hijo: las perdices se cazan al vuelo; los conejos, a la carrera..., ¡y a los cojones del cura, que está con tu madre, de esta manera! ...¡Pum!

Y le metió un tiro por to el culo.

Registrado por Antonio Lorenzo en Pereña (Salamanca), en agosto de 1985, a Bonifacio Martín Samaniego, de 78 años.

viernes, 21 de abril de 2023

El cerdo del cura robado

 

El cerdo del cura robado

Esto es uno que se fue a confesar con el señor cura. Se fue a confesar y le dice:

– Mire usté, tengo un pecao muy grave... y no se lo quiero decir, es muy feo...

– Dímelo, que Dios todo lo perdona. –le dijo el cura.

– Es que..., tengo los hijos y he robao un cerdo... y me da vergüenza decirlo.

– ¡Usté me da cincuenta duros y está perdonao!

– Bueno.

Conque sale, y le dice el señor cura a la criada:

– Toma estos cincuenta duros, que me los ha dao fulano porque ha robao un cerdo, y le he dicho que si me los daba que estaba perdonao.

Y dice ella:

– ¡A ver si es el nuestro, que falta de la gorrica! ¡Que he ido yo a echarle y no estaba en la gorrica!
Van, y el cerdo que no está.

Entonces pasa por la puerta de él. Y lo habían acabao de matar y lo estaban chamuscando. Pasa y le dice:

– ¡Anda que ese... barato te ha salido!

Y le contesta el otro:

– ¡Pues usté le puso el precio!


Registrado por Antonio Lorenzo en Mieza (Salamanca), en septiembre de 1986, a Amparo Vicente "Patatera", de 69 años.


jueves, 20 de abril de 2023

El cura amamanta chotos


El cura amamanta chotos
[Aa-Th, 1359)

Esto era una muchacha que no tenía madre, pero padre sí. Y la muchacha se llamaba Mariquita. Y cuando pasaba por los pies del sacerdote, el cura le decía:

– ¡Mariquita, triqui!

Y otro día, otra vez. Y así...

Y se lo contó a su padre.

– Padre, cuando paso por los pies del señor cura me dice ¡Mariquita, triqui!

Y le dice el padre:

– Pues mañana le contestas: ¡señor cura, traca!

Efectivamente, pasó y le dice el cura:

– ¡Mariquita, triqui!

Y le dice ella:

– ¡Señor cura, traca!

– ¿A qué hora, hija? ¿A qué hora?

– A eso de las diez, que no está mi padre en casa.

Llegó la chiquilla y se lo contó a su padre.

Y a la hora que ella dijo el señor cura fue. Y el padre se escondió.

Y aquellas gentes tenían muchos becerros, porque eran muy ricas. Y los tenían en el corral de la casa.

Entra el señor cura, como cosa hecha con la muchacha, cuando sale el padre y lo coge. Saca el tío un becerro y le coge la herramienta al cura y le pone a mamar al becerro. Y el hombre, claro, decía que el becerro le había hecho mucho daño.

Al día siguiente, la muchacha, por escoñarse de él, cuando lo veía:

– ¡Señor cura, traca!

Y el cura no le hacía caso.

Y un día pasó y le dijo:

– ¡Señor cura, traca!

Y dice el cura:

– ¡El que quiera criar becerros, que compre vacas!

 Registrado por Antonio Lorenzo en Corporario (Salamanca), en marzo de 1985, a Joaquina Milanés Martín, de 77 años.

miércoles, 19 de abril de 2023

Las bodas del tío Perico

 

Las bodas del tío Perico

Esto era un gallo muy preparao que iba a las bodas de su tío Perico. Y entonces iba por el camino y se encuentra una moñica que tenía unos granos de trigo.

   Y dice:

   – ¿Pico o no pico?, que voy a las bodas de mi tío Perico. Si pico, me ensucio el pico y no puedo ir a las bodas de mi tío Perico.

   Y volvía otra vez. Pero el caso es que picó. Y camina el camino alante y se encuentra un prao con mucha hierba.

   Y dice:

   – Hierba, límpiame el pico que voy a las bodas de mi tío Periquito.

   Y la hierba no le quiso limpiar el pico. Y camina otro poco adelante y encuentra a una oveja.

   Y la dice:

   – Oye, oveja: come la hierba, porque la hierba no me quiso limpiar el pico y voy a las bodas de mi tío Periquito.

   Y tampoco quiso. Y sigue más adelante y encontró el lobo:

   – Oye, lobo: come la oveja que no quiso comer la hierba, que no me quiso limpiar el pico y voy a las bodas de mi tío Periquito.

   Y tampoco quiso. Y siguió adelante y se encuentra un palo:

   – Oye, palo: mata al lobo, que no quiso comer la oveja, que no quiso comer la hierba, que no quiso limpiarme el pico y voy a las bodas de mi tío Periquito.

   Y tampoco quiso. Sigue un poco más adelante y encontró una lumbre:

   – Oye, lumbre: quema al palo, que el palo no quiso matar el lobo, que el lobo no quiso comer la oveja, que la oveja no quiso comer la hierba, que la hierba no me quiso limpiar el pico, y voy a las bodas de mi tío Periquito.

   Y tampoco quiso. Y sigue otro poco y encontró un río:

   – Oye río: apaga la lumbre, que no quiso quemar el palo, que no quiso matar al lobo, que no quiso comer la oveja, que no quiso comer la hierba, que no quiso limpiarme el pico y voy a las bodas de mi tío Periquito.

   Y tampoco quiso. Camina otros pasos y encontró un burro:

   – Oye, burro: bebe el agua, que el agua no quiso apagar la lumbre, que no quiso quemar el palo, que no quiso matar al lobo, que no quiso comer la oveja, que no quiso comer la hierba, que no quiso limpiarme el pico y voy a las bodas de mi tío Periquito.

Registrado por Antonio Lorenzo en Vilvestre (Salamanca), en junio de 1983, a Águeda González.


martes, 18 de abril de 2023

El labrador sordo



Comienzo este nuevo blog con la intención de ir transcribiendo y dar a conocer y a disfrutar poco a poco de los numerosos cuentos que compartieron conmigo las muchas e inolvidables personas de las que tanto aprendí. Comienzo al azar con uno de ellos recogido en Vilvestre (Salamanca)

El labrador sordo
[Aa-Th, 1698]

Esto era un sordo que estaba arando. Y vio venir a uno y dice: "ahora viene aquél y me dirá que cuánto he arado, y le diré que de lo reciente pacá; me dirá que cuánto he sembrado, y le diré que sobre celemín y medio; me dirá que qué buey puede más, y le diré que el pardo; me dirá que por qué no tiene rabo, y le diré que porque se lo han cortado; me dirá que cuánta agua lleva el río, y le diré que metí la ahijada hasta este nudo; me dirá que por dónde se va al pueblo, y le diré que por esa cuesta parriba".

Cuando llega el otro.
 
– Buenos días nos dé Dios.

– De lo reciente pacá.

– ¡Que no le digo eso: qué buenos días nos dé Dios!

– Sobre celemín y medio.

– ¡Que no le digo eso!

– El pardo.

– ¡Que no le digo eso!

– Porque se lo han cortao.

– ¡Que no le digo eso! ¡Si voy pallá le meto la ahijada por el culo!

– Sí, señor: hasta este nudo.

– ¡Si voy pallá le llevo a los demonios!

– Sí, señor: por esa cuesta parriba.

Registrado por Antonio Lorenzo en Vilvestre (Salamanca), en agosto de 1985, a Leonor Gorjón Notario, de 68 años.