La adúltera quiere cegar al marido
[Aa-Th,
1380)
Esto era un cazador que tenía un hijo. Y
cuando se iba de caza le fastidiaba el cura la mujer.
Un día se encuentra con el cura y le
dice:
– Hola, hombre: ¿qué te ha pasao, que
dice su señora que se ha puesto ciego de golpe?
– ¡Ay, Señor! ¡Yo no veo nada! ¡No sé qué
tengo ni que delito habré cometido yo al Señor! ¡Nunca me meto con nadie!... Y
tal que cual.
Y el señor cura hizo un cigarro y se lo
daba. Y el otro, en vez de abrir la boca pa que le metiera el cigarro, se lo
metía pa otro lao. Conque ya, después que lo cogió, va el hombre y se lo fuma.
Y cuando estaban comiendo, le dice al
hijo:
– ¡Qué desgracia, hijo! ¡Tan joven como
eres y no poder yo ahora enseñarte oficio ninguno para que mañana puedas
ganarte la vida!
Pero tenía la escopeta cargá, y la tenía
colgada allí.
Y mientras el cura estaba con la otra –se
habían ido pa la cama–, le dice al hijo:
– ¡No poder enseñarte siquiera el oficio
de cazador pa que te ganes la vida! Tráeme la escopeta que te diga cómo tienes
que hacer puntería pa si es conejo o es perdiz.
Y como la escopeta estaba cargá, dice:
– Mira,
hijo: las perdices se cazan al vuelo; los conejos, a la carrera..., ¡y a los
cojones del cura, que está con tu madre, de esta manera! ...¡Pum!
Y le metió un tiro por to el culo.
Registrado por Antonio Lorenzo en Pereña (Salamanca), en agosto de 1985, a Bonifacio Martín Samaniego, de 78 años.
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